La Academia Mexicana de la Lengua es una institución cultural que celebró sus primeras sesiones el 13 de abril y el 11 de septiembre de 1875, en la ciudad de México, con la finalidad de cuidar la pureza de la lengua española. A ella han pertenecido muchas de las más ilustres figuras de las letras mexicanas, tanto filólogos y gramáticos como filósofos y ensayistas, poetas y novelistas, historiadores y otros humanistas.
Se trata de una institución de gran importancia, porque establece reglas para que uno escriba correctamente y también oralmente, se comunique en forma libre de errores y sin defectos. Su antecedente proviene de la RAE o sea la Real Academia Española, que en 1870 consideró conveniente y necesario, patrocinar varias representaciones que defendieran el idioma español en América.
De esta manera, la Academia mexicana inició sus trabajos el 13 de abril de 1875, con 13 de los 18 individuos numerarios que por normativa de la RAE, deben integrar este organismo. En la actualidad, son 36 elementos los que la forman como titulares, además de cinco honorarios. Es rica la historia de esta institución, por la que han pasado más de 300 académicos, ilustres escritores, lingüistas y estudiosos de las letras del país. En 1957 ya contó con un domicilio fijo; dos años después se formó su gran biblioteca.
Para 1970 contó con su propio museo, y ha publicado obras de gran valía como: El Refranero mexicano, El Diccionario Usual, El Diccionario Panhispánico de dudas, El Diccionario del estudiante, El Diccionario esencial de la Lengua Española, y otras más. Se llama por lo común al diccionario, el “tumba burros”, y es que es muy recomendable hacernos acompañar siempre de un diccionario, para salir de dudas y no andar confundiendo, como se dice, la gimnasia con la magnesia. Fue el presidente Miguel Alemán, quien tuvo la iniciativa de convocar al primer congreso de academias de habla española, en 1950, el que se efectuó al año siguiente. De estas reuniones se originó la Asociación de Academias de la Lengua Española, (ASALE).
En las reuniones de la ASALE, se analizan las palabras que hay que incluir en el diccionario, de acuerdo a la frecuencia con que se hablan y a los grupos que lo hacen. Hay que esperar a que se autorice, en base a reglas, cómo se debe hablar y escribir. Sin reglas, no nos entenderíamos bien.