La Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, conocida también como “Coral”, por la presencia, por primera vez, de un coro en este género, sorprende con un final, convertido en un símbolo de la libertad, como es el “Himno a la Alegría”.
La creación
Por encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, Beethoven comenzó a componer la obra en 1818 finalizándola a principios de 1824.
Desde los 22 años el compositor tuvo la intención de musicalizar el poema “Oda a la Alegría” de Schiller conocido luego como “Himno a la Alegría”, el cuarto movimiento y final de la Novena Sinfonía, que incluye una selección del texto de Schiller, las palabras introductorias de Beethoven y la música.
El estreno
La idea de Beethoven era estrenar la obra en Berlín porque consideraba que el gusto musical en Viena estaba dominado por compositores italianos, pero sus amigos lo motivaron para estrenarlo en Viena.
El estreno fue a sala llena. Esta fue la última aparición, en público, del compositor alemán. Los siguientes años se recluyó en su casa, enfermo, hasta su muerte.
Por su problema auditivo, Beethoven no pudo oír el estreno pero lo siguió en una copia de la partitura. En su mente imaginaba los sonidos. Finalizada la ejecución, no oía los aplausos. Uno de los solistas le tocó el brazo y pudo ver las manos que aplaudían y los pañuelos que se agitaban en el aire. Entonces se inclinó y saludó al público.