Al terminar su larga peregrinación, los mexicas fundan la gran Tenochtitlán, capital de su imperio, en el lugar que, según la leyenda, les había señalado su dios Huitzilopochtli.
Cundo llegaron los españoles, estos se vieron sorprendidos por el tamaño de la ciudad en un lugar considerablemente inestable, aunque al conquistarla perdería ese estilo tan particular.